Mercados e instituciones financieras rurales. Una nueva arquitectura financiera rural para México.

Mercados e instituciones financieras rurales. Una nueva arquitectura financiera rural para México.

En 1910, un estudioso del medio rural mexicano de nombre Alberto García Granados señalaba: “… nuestros bancos actuales y los que en lo adelante se constituyan sobre la base del capital, facilitarán a nuestros hacendados grandes y pequeños, en condiciones mas o menos favorables, los fondos necesarios para sus explotaciones rurales; pero esos capitales no llegarán a fecundar los pequeños campos de nuestros humildes labradores, en tanto que ellos no se organicen en agrupaciones mutualistas. Para ello propongo extender gradualmente una inmensa red de asociaciones mutualistas que, agrupada al derredor de los bancos regionales, vendrían a ser la base fundamental de nuestro crédito agrícola. Y mediante un poco de buena voluntad de parte de los poderes públicos, y algo de actividad de parte de las agrupaciones agrícolas, la obra podría realizarse dentro de un plazo más corto de lo que nos podemos imaginar”. Por su parte, en 1962 un investigador extranjero de nombre T.S. Rao fue enviado por el banco central de su país a estudiar el sistema de crédito agrícola prevaleciente en México. Concluyó su informe afirmando que en nuestro país: “El énfasis se pone en el cultivo, los calendarios de operaciones y la producción para la cual se presta, mientras que [en su país] el énfasis se da principalmente en el agricultor, en su situación económica, en lo que necesita para producir cosechas y para otros fines, y en su mejoramiento económico. Hay en México menos preocupación por el problema de ayudar al agricultor, de levantarlo y de construir un sistema agrícola fuerte y sano, basado en agricultores que sean dueños y administradores, y por tanto, se pone menos empeño en el cooperativismo. Se supone que el agricultor en muy pequeña escala no tiene ni tendrá nunca una buena perspectiva económica, que nada podrá ahorrar ni aportar capital a la estructura financiera, y que tanto el ejidatario como el pequeño propietario requieren una estrecha vigilancia en la utilización de los préstamos. También se pone menos empeño en coordinar las diversas instituciones, y parece haber un considerable traslape o duplicación de actividades entre instituciones. Hay una laguna notable que consiste en la oferta de créditos a plazos largos. El costo del crédito es también elevado, tanto porque los tipos corrientes de interés son altos como otros gastos tales como los de inspección, etc.; y es bien considerable el grado en el que el Gobierno da subsidios en diferentes formas: para gastos administrativos, para resarcir pérdidas, para seguros agrícolas, para compras a precios de garantía, para la distribución de tierras y para el seguro social de los campesinos y trabajadores rurales. Otros gobiernos que no tienen una situación presupuestaria tan desahogada, encontrarían difícil hacer frente a los gastos que implican tantos subsidios”. En resumen, … “el enfoque cooperativista, la estructura descentralizada, la clara demarcación de funciones entre las diversas instituciones, la coordinación entre éstas y las dependencias de gobierno, la existencia de un plan definido de mejoramiento, los arreglos para la preparación de personal y el énfasis a la autonomía, son características ausentes en el caso mexicano”.

Autores:

Muñoz Rodríguez, Manrrubio
Santoyo Cortés, V. Horacio
Altamirano Cárdenas, J. Reyes
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