Pilares de las organizaciones rurales que perduran.

En términos generales, la acción colectiva ocurre cuando se requiere que más de una persona contribuya con un esfuerzo para lograr un resultado (Ostrom, 2004). En el ámbito rural, las estrategias de acción colectiva apuntan, por lo general, al logro de uno o más de tres tipos de resultados: al mejoramiento de las condiciones materiales de vida; la modificación de las relaciones de poder en el interior de los grupos, comunidades u organizaciones rurales; a la profundización de la democracia y la ampliación de la ciudadanía y a la defensa del patrimonio común: tierra, agua, bosques, cultura, etcétera. Un planteamiento de esta naturaleza implica superar definitivamente la visión de la acción colectiva como expresión de la utopía comunitaria o de la lógica colectivista. La visión idílica de la comunidad rural, indígena-campesina, como germen de una sociedad libre, justa y solidaria, cada vez se corresponde menos con la realidad, especialmente frente a los procesos de urbanización, liberalización y globalización. En consecuencia, se propone una imagen más realista de la acción colectiva como una estrategia instrumental orientada al logro de objetivos particulares que corresponden a la generación de bienes públicos, en primer término, y de bienes privados en segundo término (Ramírez y Berdegué, 2003). En el caso de México, el desarrollo territorial rural requiere la solución de problemas que pertenecen a la esfera de lo público. Así, en el plano material y de la transformación productiva, se presentan problemas de coordinación en las cadenas productivas, de acceso a mercados caracterizados por fuertes barreras de entrada, o por carencias de servicios como el financiamiento y problemas de gestión de recursos naturales que no pueden ser resueltos mediante la pura acción individual. En sociedades rurales tan desiguales como la mexicana, los avances en el ejercicio de la ciudadanía y la democracia necesariamente requieren de la movilización social.

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