16 May TLACN y agricultura mexicana: Lecciones a diez años.
La producción de cerveza en México se remonta hasta los primeros años de la colonización española, pero el inicio de la industria cervecera a gran escala lo marca la fundación de la Cervecería Cuauhtémoc, en Monterrey, Nuevo León, en el año de 1890; en 1894 surge la Cervecería Moctezuma, en Orizaba, Veracruz6 y en 1925 se instala la primera planta del Grupo Modelo (en el Distrito Federal).7 A partir de 1930 se crean varias cervecerías en el país, pero las tres mayores, Cuauhtémoc, Moctezuma (fusionadas desde 1985) y Modelo, han dominado el mercado nacional. En la actualidad, la industria cervecera mexicana tiene una estructura duopólica de tipo Cournot,8 integrada por el Grupo Modelo y el Grupo de Fomento Económico Mexicano, S.A. (FEMSA), que compiten principalmente por medio de volúmenes de venta, a través de productos diferenciados y la presencia regional. Al primero corresponde el control de siete fábricas de cerveza y dos de malta, y al segundo, seis cerveceras y dos malteras; entre ambos suman una capacidad de producción instalada de 77.5 millones de hectolitros anuales de cerveza. Ganancias excesivas, ineficiencia, número exagerado de intermediarios, usura, servicios innecesarios, altos costos de comercialización, etc., parecen ser los elementos responsables de que, por un lado, el consumidor mexicano pague un precio demasiado alto por los alimentos que compra y, por el otro, que el productor en campo reciba un precio demasiado bajo. ¿Mitos, creencias e injusticias? o ¿realidades y verdades?, tal vez ¿malentendidos, desconocimiento y conceptos falsos? Todo ello, como sea, en el México de hoy son percepciones y creencias muy difundidas y arraigadas, pero no estudiadas y aclaradas científicamente. Las preguntas centrales de cualquier proceso de comercialización de cualquier producto en cualquier país son: ¿Cuánto cuesta la comercialización del producto?, ¿Cuesta demasiado o lo justo?, ¿Por qué son tan altos los costos de comercialización y por qué están creciendo?, ¿Cómo podrían reducirse los costos de comercialización?, ¿Quién gana más en el proceso de comercialización?, ¿Son exageradas las ganancias de algunos agentes en la comercialización? Mientras que en México todas estas preguntas han quedado sin respuesta, causando el disgusto casi generalizado de los productores hacia los agentes en todos los canales y niveles de la cadena de comercialización, en Estados Unidos se elevó a rango de ley el ejercicio del cálculo de los márgenes y ganancias de la comercialización de los alimentos. En este país, EE.UU., ¡en 1921! el Congreso de la Unión dirigió una Comisión para investigar …” las causas de la diferencia entre el precio de productos agrícolas pagado al productor y el costo último del consumidor”. En 1935 el Congreso asignó a la Comisión Federal de Comercio la responsabilidad de analizar “… la distribución de un dólar pagado por productos agropecuarios, entre el productor, el procesador, y el distribuidor”. En 1966 se fundó la Comisión Nacional de Comercialización de Alimentos (National Commission of Food Marketing) para estudiar las razones y causas de las diferencias entre los precios al productor y al consumidor, y por qué las diferencias están aumentando. Hay varias tendencias que en la actualidad influyen en el sistema agroalimentario internacional, las cuales han obligado al replanteamiento del mismo. Entre estas tendencias figuran el comercio internacional; la preocupación por la inocuidad alimentaria; el impacto de la agricultura en el medio ambiente; la salud, seguridad y salarios de los trabajadores; el bienestar animal, y el uso de nuevas tecnologías. En este replanteamiento del sistema se observa una predilección en el uso de estándares privados sobre los públicos, lo cual ha llevado a la determinación de un conjunto de grados y estándares que gobiernan desde la primera etapa de la producción agrícola, hasta su realización en el mercado ante el consumidor final (Bain et al., 2004). Encontramos también que la producción de alimentos ha evolucionado de un ámbito local a uno globalizado, en el que la producción y los procesos se centralizan en distintas partes de un país y el mundo, lo cual aunado al desarrollo del transporte ha proporcionado a los consumidores un mayor acceso a alimentos importados de todas partes del mundo, si bien con ello han surgido nuevos retos, pues se corre el riesgo de importar alimentos contaminados. Esto convierte a la inocuidad alimentaria en un tema que día a día cobra mayor vigencia, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. El reto es producir alimentos inocuos, y es aún mayor para las empresas agrícolas, ya que su producción se encuentra sujeta a la disponibilidad de los recursos naturales y las condiciones metereológicas, lo que dificulta un estricto control de calidad y expone los productos a los enemigos invisibles causantes de enfermedades e incluso de brotes epidemiológicos. Así, la comercialización de alimentos de calidad e inocuos se está convirtiendo poco a poco en la clave del éxito en el comercio internacional, debido a que los gobiernos de los países importadores están recurriendo a la aplicación de regulaciones y normas estrictas que garanticen que los productos importados cumplan con los más altos estándares de producción y calidad, al igual o inclusive más altos que los producidos domésticamente, para no poner en riesgo la salud de los consumidores. De esta manera, las regulaciones domésticas pueden constituir un gran obstáculo al comercio internacional y convertirse en barreras técnicas, ya que son utilizadas por algunos países como medidas restrictivas al comercio para compensar la disminución en las tarifas negociadas en acuerdos y tratados comerciales. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre México, Estados Unidos y Canadá (TLCAN) terminó el 31 de diciembre de 2003 su décimo año de vigencia, lo que significa que prácticamente todos los productos agropecuarios quedaron libres de una protección arancelaria, únicamente el maíz, el frijol y la leche cuentan con esquemas de protección negociados. Estos hechos hacen urgente una evaluación de los impactos y resultados del TLCAN para los sectores productivos de México, en este caso del sector agroalimentario. El presente texto tiene la intención de documentar y precisar los impactos económicos y sociales, presentes y futuros, del TLCAN – Capítulo VII. Agropecuario (www.rmalc.org.mx/tratados/tlcan/tlcan_cap07.pdf), con la finalidad de justificar con datos objetivos la emergente necesidad de su revisión para establecer mecanismos de protección de algunos productos agropecuarios. El documento consta de cuatro partes: 1. Antecedentes de evaluaciones desde 1991 2. Asimetrías entre los países socios 3. Evaluación del TLCAN a 10 años 4. Propuestas de políticas. Investigaciones realizadas por las organizaciones de pequeños, medianos y grandes productores, y por diversos grupos académicos de México, desde 1991 a la fecha, concluyen con frases como la siguiente: En general, México tiene poco que ganar y mucho que perder con el tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, por lo cual (el CIESTAAM recomendó) no se debe negociar a partir de posiciones que pongan en riesgo la producción interna de nuestros más importantes alimentos: granos, lácteos y carnes, principalmente, a fin de evitar severos daños a la planta productiva nacional y una inadmisible acentuación de la dependencia alimentaria, económica, tecnológica y hasta política (CIESTAAM, 1992). Ante la evidencia de los hechos, desde el año 2000 se insiste en una suspensión parcial (Cap. VII. Agropecuario) del TLCAN (Cámara de Diputados, 2000). El 28 de abril de 2004 se cumple un año de la firma del Acuerdo Nacional para el Campo (ANC), por lo que se impone un análisis, una evaluación del mismo a un año de vigencia. Esta evaluación exige dar respuesta concreta a algunas preguntas clave: ¿Qué pasó con las 282 acciones que serían aplicadas de inmediato y en el mediano plazo?, ¿el ANC se ha quedado en un mero discurso?, ¿podríamos decir que los compromisos contraídos en el acuerdo por parte del gobierno federal se han cumplido?, ¿qué tanto los aspectos centrales, como la evaluación del TLCAN y la implementación de un presupuesto multianual rural, se han realizado?, ¿cuál es la percepción que tienen las organizaciones campesinas, en particular la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos –la que forma parte del Congreso Agrario Permanente y del Movimiento el Campo no Aguanta Más, MECNAM– sobre si el ANC ha sido un éxito total o parcial, si la mayoría de sus acciones se han realizado o no, o si el ANC ha sido un fracaso, a un año después de su puesta en marcha? Se podrá observar que a lo largo de este documento se acude a la noción de proceso histórico para rastrear el movimiento, considerando sus antecedentes, a saber, otros movimientos del campesinado, como lo fue el Movimiento campesino “Frente 10 de Abril”, que muestran que el movimiento se ha estado reinventando permanentemente y que sus resultados en diferentes sentidos (por ejemplo, avalar o no la reforma al artículo 27) son algo muy particular (también, por ejemplo, la firma del ANC) que no alcanzan a descubrir la estructura sobre la cual se desenvuelven, que van armando, modificando, etcétera. Visto el movimiento en el lapso de la última década, cuando se avalaron (por parte de algunas de las organizaciones campesinas) las grandes reformas que tienen al campo en la situación actual, como la del artículo 27 constitucional, y que mantuvieron tibieza ante la firma del TLCAN (y que paradójicamente no firmaron el ANC), apreciamos sin duda que la situación se ha modificado sustancialmente. Las reformas estructurales, como el TLCAN y el 27 constitucional, firmadas por algunas organizaciones, mantuvieron en ese momento separadas (en cuanto a posiciones sobre la política económica) a las organizaciones que consideramos clave (tanto por sus posiciones como por su incidencia) y las mantuvieron “separadas” en la firma del ANC. En el mercado de alimentos ningún otro grupo de productos agropecuarios regristra tasas de creimiento de producción y demanda de más de 20 por ciento anual y aún no pueda satisfacer, com es el caso de los productores organicós de Europa, Japón y América del Norte. La agricultura org´snica se practica en todos los países del mumndi: 30 países de Áfrixa , 30 de Asia, 5 de Oceanía, 10 de Sudamérica Y 20 de América central y el Carobe. “Toda la hierba y los esquilmos producidos en mi terreno, además del estiércol de los animales, los composteo para preparar el sustrato sobre el cual siembro hortalizas. Mi terreno tiene 1,138 m² y siembro hasta 15 hortalizas diferentes, las cuales riego por medio de una cintilla que conduce el agua bombeada desde el río, ubicado a unos 50 metros de aquí. Le dedico dos horas diarias de trabajo y cada tres meses obtengo ingresos por 13,500 pesos, de los cuales 9,000 son de utilidad neta. Según mis cálculos gano 50 pesos por hora trabajada, los cuales transformados en dólares dan la misma cantidad obtenida hace dos años en mi empleo como jornalero en Estados Unidos. Mis ganancias irán creciendo poco a poco, pues la gente de la cabecera municipal empieza a pedir cada vez más mis verduras, por estar regadas con agua limpia y no con aguas negras. Lo más increíble de todo esto es haberme dado cuenta que estoy usando para nutrir mi huerto lo que antes quemaba o tiraba: ¡nada mas imagínese todos los nutrientes desperdiciados y la contaminación provocada por mi ignorancia!”. Este testimonio revela cómo el planteamiento del desarrollo desde la perspectiva del conocimiento —es decir, la adopción de políticas públicas para aumentar tanto los conocimientos de valor práctico como los conocimientos encaminados al desarrollo de tecnologías de frontera— puede mejorar las condiciones de vida de diversas formas, además de elevar los ingresos de la población y proteger el ambiente. En efecto, cada vez más estudios concluyen que para los países ubicados en la vanguardia de la economía mundial, el balance entre conocimientos y recursos se ha desplazado hacia los primeros, pasando a ser quizá el factor más determinante del nivel de vida, superando al trabajo, a la tierra y al instrumental. Así, las economías más avanzadas desde el punto de vista tecnológico están firmemente basadas en el conocimiento, por lo que, hoy por hoy, el conocimiento es desarrollo. Según la FAO (2000), en los países desarrollados las inversiones en investigación y desarrollo de tecnologías agrícolas representan alrededor del 2.5% del PIB agrícola, mientras en América Latina y el Caribe el valor apenas alcanza el 0.5%. En México, en el 2003 la inversión en el rubro señalado representó el 0.79% del PIB agrícola, y sólo el 2% de todos los apoyos al sector (INIFAP, 2004). El establecimiento de la globalización capitalista en los países occidentales durante los últimos treinta años del pasado siglo ha estado caracterizado por la implementación de estrategias para el “mercado global” y el “gobierno global”. El mercado global está basado en un sistema económico creado por las transnacionales, en tanto que el gobierno global está cuidadosamente legitimado por las políticas impuestas a escala mundial por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). La percepción de esta nueva era, dirigida al “pueblo global”, ha originado la imagen de un nuevo “Imperio” capaz de absorber todas las contradicciones internas existentes entre países y clases sociales, bajo el liderazgo de una nueva iluminada “burguesía global” (Hardt y Negri, 2002). La ideología de un mundo sin fronteras está basada en la creencia de que es posible conquistar el control del mercado global y el dominio global domesticando las burguesías nacionales y las culturas locales. Su resistencia podría ser derrotada por la implementación de estrategias de marginalización económica y desestabilización política.
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